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Escapadas a las Hoces del Duratón.

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Hay dos formas de visitar las Hoces del Duratón: por arriba y por abajo. Tranquilos, aunque lo parezca, no nos hemos vuelto locos escuchando los «greatest hits» de Ricky Martín. Lo cierto es que podemos disfrutar de este paisaje de cortados de hasta 100 metros de altura, caminando (por arriba) o en piragua (por abajo).
Como dice un amigo nuestro «cada cosa tiene lo suyo». Aunque las vistas  desde lo alto son increíbles y hay un montón de miradores en los que sentarse a contemplar panorámicas del paisaje, lo cierto es que recorrer las Hoces por el río, encajonados entre los cortados, es si cabe aún más sobrecogedor. En el primer caso, no hacen falta más que un buen par de botas o zapatillas de trekking (yo estrené unas que me pillé en Campz un par de semanas antes) y en el segundo un bañador y 40 euros para alquilar una piragua. Físicamente, ninguna de las dos opciones es muy exigente. A pie las rutas son facilitas (tanto que a veces está algo masificado) y en el río el agua está embalsada, así que no hay rápidos ni corrientes que requieran una pericia especial. Hace falta saber nadar, claro, pero poco más.
Si os animáis a caminar, os recomendamos visitar la web de Turismo de Castilla y León, donde os explican los recorridos y en qué rutas y épocas del año es necesario pedir permiso (no se puede molestar al buitre en época de cría). La ermita de San Frutos está un poco masificada, pero hay un mirador bastante cerca al que merece la pena asomarse. Si conseguís un rincón tranquilo y tenéis la suerte de que pasa algún buitre cerca de vosotros, veréis el impresionante tamaño que tienen y oiréis el ruido del batir de sus alas. Para los amantes de las aves, es una cita imperdible.
Si os decidís por las piraguas, hay bastantes empresas que se dedican a alquilarlas y a realizar rutas guiadas. Nosotros hemos ido por libre y en grupo. Aunque en el primer caso uno va sólo y hace lo que le parece, el área visitable es menos espectacular. Merece la pena ir con una empresa, que suelen contar con permisos para entrar en la zona más bonita. Al haber menos gente haciendo ruido, es mucho más fácil disfrutar de la impresionante fauna avícola de las Hoces.
Si os animáis, no os arrepentiréis. Y ya sabéis, si os sentís muy urbanitas y no os apetece acercaros a Sepúlveda (que «también tiene lo suyo») tenéis muchas más opciones de escapadas rápidas y cool. Ya sabéis dónde 😉

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