Pensaba que Viena era una ciudad un tanto gris y aburrida, llena de museos con polillas y me he llevado un sorpresón. La visitamos combinada con Budapest (que os contaré muy pronto) y a día de hoy, todavía no me he decidido por mi ciudad favorita. Por no hablar de que los vieneses se parecen mucho más de lo que yo creía a los madrileños, ¡son los “gatos” de Centroeuropa! Quizás por eso ha sido escogida por décimo año consecutivo como la mejor ciudad del mundo para vivir 🙂
VIENA NO ES CARA SI SABES ORGANIZAR BIEN TU VIAJE
Lo más importante, saber elegir bien tu alojamiento.
Viena es una ciudad cara, pero si te organizas bien, es posible que no te arruines en el intento. Para dormir, te recomiendo un hotel que esté un poco alejado del centro turístico pero bien conectado con transporte público. Nosotros nos alojamos en el hotel Eurostars Embassy, en el barrio de Landstrasse. Desde allí se puede llegar fácilmente al centro gracias a la línea de autobús 74A, ya que tiene bastante frecuencia. Algo imprescindible cuanto andas más de 20 kilómetros al día. Y una relación calidad/precio imbatible para los precios vieneses.
La Vienna Pass será el ángel de la guarda de tu bolsillo.
Otro método para ahorrar dinero es la Vienna Pass. Se trata de una tarjeta que puedes comprar por días y que incluye la entrada a la mayoría de los monumentos más interesantes y la posibilidad de subirte a autobuses turísticos que les conectan. El precio depende del número de días y no es barata, ya que un día cuesta 70€ y dos días, 85,50€. Eso sí, teniendo en cuenta que el coste medio de las entradas es de 14€ y puedes entrar a más de 60 atracciones, no está nada mal.
CULTURA VIENESA (Y DE TODO EL MUNDO) A RAUDALES
Catedral de San Esteban, el símbolo de Viena.
El edificio religioso más importante de toda Viena y uno de los más reconocibles por su tejado de tejas de colores. Es uno de los símbolos de la ciudad y el epicentro del turisteo puro y duro. Es espectacular y siempre está hasta arriba de gente. No es de mis favoritos pero no cabe duda que hay visitarlo. Si lo miras con tiempo, suelen hacer conciertos dentro, así que la experiencia puede mejorar considerablemente.
Museo Albertina y Palmenhaus: pintores impresionistas al lado de un jardín tropical.
El Museo Albertina alberga obras desde el impresionismo francés hasta la actualidad. Monet, Renoir, Cezanne, Matisse, Miró y Picasso son solo algunos de los artistas expuestos, así que su visita es impepinable. Es ligero de ver aunque no seas un entendido en arte y muy cerquita hay un espacio que parece un verdadero oasis tropical en pleno centro de Viena.
La “Casa de las Palmeras” o Palmenhaus es un enorme invernadero con más de 4.000 especies de plantas y una cafetería que es una preciosura. Si buscas una terraza especial para hacer una parada en el camino, aquí es. En el entorno hay un parque con estanque y estatuas que no puede ser más bucólico.
MuseumsQuartier: el Barrio de los Museos de Viena
En los patios de las caballerizas imperiales han construido un par de museos modernos que por sí solos ya valen una visita: el Mumok y el Leopold Museum. En este último espacio puedes ver una gran colección de obras de Egon Schiele y Gustav Kimt. Las obras de arte contemporáneo (muy contemporáneo) están en el Mumok es donde están las obras de arte más contemporáneo. Nosotros nos encontramos con Yoko Ono cantando a grito pelao, que eso no se sí se puede considerar “cultura” 😉
Museo Nacional (y muy internacional) de Historia del Arte.
Si crees que el Louvre o los Museos Vaticanos son enormes y tienen muchas obras de arte, eso es que no has visitado este museo. Tiene piezas de todas las épocas, pero a nosotros nos impactó principalmente el propio edificio y la sala de arte egipcio, con multitud de sarcófagos. Si te tienes que saltar un museo porque no te da tiempo, que NO sea este. Además te puedes encontrar maravillas como artistas haciendo copias de “La torre de Babel” charlando animadamente con los visitantes.
San Carlos Borromeo, mi edificio favorito de Viena.
La conocí cuando estudiaba Arquitectura y me fascinó. De hecho, fuimos a verla dos veces. Tiene una mezcla de estilos muy difícil de clasificar, pero compositivamente es fetén. La acaban de restaurar y ahora está en todo su esplendor, sobre todo los frescos de la cúpula. Han colocado un ascensor que te sube más de 30 metros para verles de cerca y de regalo, una de las mejores vistas panorámicas de Viena. ¡Lo tiene todo!
Prater, el parque de atracciones más antiguo del mundo.
Una auténtica pasada, de verdad. Tiene una noria gigante de más de 100 años de antigüedad increíble, a la que no me subí porque me dio miedo y ahora me arrepiento muchísimo. Paseando por allí (el acceso es gratis) por momentos sientes que estás en otra época. Tiene un rollo antiguo y vintage que me encanta, pero allí se puede hacer mucho más que subirse a un tiovivo. Sus atracciones modernas son alucinantes y es una zona estupenda para quedarte a cenar, ya que está muy bien comunicada con el centro gracias a un moderno metro.
Patea Viena porque la cultura también está en las calles.
Muchos de los edificios de Viena son en sí mismos una obra de arte. Famosísimo es el Hundertwasserhaus, un edificio de lo más colorido en medio de tanto urbanismo imperial, que le da un toque de lo más cachondo a la ciudad. Pero el arte urbano está en cualquier parte, aunque sobre todo en el barrio de Neubau. Una mezcla entre Malasaña y el barrio de Las Letras con los restaurantes más “pituquis”, justo detrás del MuseumsQuartier.
VIENA, UNA CIUDAD PARA COMÉRSELA
La tarta Sacher en el Café Sacher, evidentemente.
Aquí fue donde surgió la receta de la tarta Sacher que es conocida en el mundo entero. El espacio tiene un montón de historia y sorprendentemente no hay que esperar mucho para conseguir mesa. También te digo que estarás rodeado de turistas como tú haciendo fotos al histórico espacio y la histórica tarta. Tanta historia se paga, pero… ¿Te vas a ir de la ciudad sin probar la mejor tarta Sacher de Viena?
Naschmarkt, el Rastro de Viena.
Está dividido en 2 zonas, una primera con más de 120 puestos en tres hileras donde encontrar la mejor gastronomía de Viena y de casi todo el mundo. Es famoso por sus puestos de frutas, verduras y especias de Asia y Oriente Medio. Pero por supuesto también sitios para probar la comida típicamente austriaca, como el «schnitzel».
En la segunda parte, que solo tiene lugar los sábados, hay un sinfín de puestos donde encontrar antigüedades, chollos y chatarra. A algunos les parecerá que hay muchas cosas que no valen la pena, a mí me parece que si sabes buscar bien seguro que encuentras algún tesoro.
Comer en la calle es toda una tradición vienesa.
Para los que somos unos glotones, esta ciudad es una maravilla. Es cierto que casi todos los restaurantes tienen “precio Viena” (superior al “precio Madrid), pero comer por la calle suele ser bastante económico. Nosotros nos encontramos con un festival de comida en la plaza de María Teresa y aprovechamos para comernos una buena salchicha. En esto los vieneses se parecen mucho a los madrileños, ¡están todo el día comiendo!
Viena es una ciudad con mucho que ver, y aunque me quedaron algunos “pendientes”, el sabor de boca que me ha dejado no puede ser mejor. Pienso volver con más tiempo para seguir paseando por sus calles imperiales, comiendo salchichas sin parar y buscar ese chollo en el Naschmarkt que no encontré.
Espero haber despertado tus ganas de viajar a Viena, un destino estupendo para un puente o un fin de semana largo que no tendrá desperdicio. Si sigues hambriento de viajes, entra en mi sección de Viajes y leerás mis andanzas por medio mundo. ¡Acepto sugerencias de nuevos viajes!
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