Menorca es una de las islas más bonitas de las Islas Baleares, y una de nuestras favoritas. Han sabido crear un turismo respetuoso con la naturaleza y a la vez muy cuidado. Es uno de los pocos reductos del mar Mediterráneo dónde todavía es posible llegar a pequeñas playas sin urbanizar, algunas con detalles muy cuidados (escaleras de acceso y barandillitas de madera, contenedores escondidos para dejar los residuos…) y otras completamente salvajes. Las de peor acceso y las más alejadas de los núcleos urbanos son calas vírgenes en estado puro; de las pocas que nos quedan en la costa española.
Hay dos maneras de llegar a la isla: en avión o en ferry. Para elegir entre estas dos opciones hay que tener en cuenta, no sólo el desplazamiento desde tu lugar de residencia; también cómo te vas a mover por la isla. No tiene una extensión muy grande, pero si quieres conocer todos los rincones es imprescindible contar con un coche. Si vas con ferry puedes llevarte tu propio automóvil y gracias a las distintas rutas en barco para viajar desde la península, no te será difícil llegar. Además es una buena idea si te dan miedo los aviones…
Sea como fuere, y llegues como llegues, te proponemos un plan perfecto para disfrutar de la isla en una escapada de dos días.
Día 1: Ciudadela y las playas del norte.
Una buena forma de conocer Menorca es empezar por Ciudadela, antigua capital de la isla con orígenes antiquísimos. Pasear por Es Born, su centro histórico y su conjunto de calles medievales, visitar la Catedral de Menorca y el puerto son algunos de sus muchos atractivos. De camino a Fornells, nuestra siguiente parada, puedes visitar la Naveta des Tudons, monumento prehistórico de los más antiguos de Europa y el más conocido de todas las Islas Baleares.
Hay varias calas situadas al norte de la isla, entre las cuales nuestra favorita es Cala Pilar. Tiene un acceso algo complicado, pero vale la pena acercarse. Después de dejar el coche en el aparcamiento, hay que andar unos 40 minutos hasta llegar a la playa, pero es un paseo bien bonito en el que seguro que tomarás algunas fotos. La playa tiene una arena rojiza característica del norte, con una zona donde la gente se aplica barro, al que se otorgan propiedades beneficiosas para la piel. Después de la caminata, te recibirán aguas cristalinas si no hay viento de Tramuntana; está bastante cuidada por estar algo alejada del resto.
Ya en Fornells, pequeño pueblo de casitas blancas, puedes comer pescado y marisco fresco (la famosa caldereta de langosta) y después dar un paseo hasta uno de los puntos más bonitos para ver el mar: la Torre de Fornells, construcción defensiva levantada por los ingleses en 1802 para proteger el puerto natural del pueblo.
Día 2: Mahón y las calas el sur.
Puedes comenzar el día visitando Mahón, la ciudad más importante de Menorca y su capital actual. Por las estrechas calles del casco viejo, al igual que en Ciudadela, podrás encontrar pequeñas tiendas de artesanía y de diseñadores locales, además de sus famosas menorquinas. Si tenéis un par de horas disponibles, os podéis acercar a conocer la Fortaleza de la Mola, antigua construcción militar. Si preferís aunar senderismo y playas, podéis seguir el Camí des Cavalls e ir bajando a las preciosas calas que enlaza. Un buen punto de partida es la Cala En Turqueta, donde tras un buen baño en sus aguas azules (como su propio nombre indica) se puede coger un sendero bien señalizado hacia Cala Macarelleta y Cala Macarella, recogidas del viento y con aguas transparentes; perfectas para descansar. Cuando te cases de andar y ya esté bajando el sol, nada mejor para terminar el día que ir a tomar una copa a la Cova d’en Xoroi, en Cala En Porter. Son unas cuevas situadas en un acantilado que tienen diversas aberturas con vistas hacia el mar desde las que se puede ver la puesta de sol acompañado de un buen cóctel. Hay que pagar una entrada independientemente de la consumición, pero es una visita obligada. Y si tienes cuerda después de todo el ajetreo, puedes continuar la noche en su discoteca… ¡hasta que el cuerpo aguante!