Como lo oyes: los bares de toda la vida no han muerto (todavía) en Madrid. Ya sabes, la típica tasca madrileña donde vas a tomarte una caña con una buena tapa. Sin pretensiones ni artificios. No me refiero a las famosas tabernas centenarias de Madrid, sino a ese bar de barrio donde prácticamente te conocen por tu nombre.
Por desgracia, hay muchos bares de toda la vida que poco a poco van cerrando sus puertas. Una de las razones principales es que casi siempre sus dueños ya son muy mayores y se van jubilando poco a poco. Pero no hay que alarmarse, la renovación está garantizada. Gente joven que se dedica a la hostelería está enfrascada en abrir nuevos bares y tabernas con cierto aire vintage o reabrir los que cerraron. ¡Empezamos!
Bar Toboggan (Plaza de Rutilio Gacis, 2)
Cerca de Matadero Madrid, uno de los focos culturetas de la ciudad, también hay lugar para los nuevos bares de toda la vida. Es un buen bar de tapas con cocina casera y mucho rollazo, con una decoración a medio camino entra la casa de tu abuela y un colegio de la EGB. En la carta hay platos de muchas partes del mundo, pero déjame que te diga solo una palabra: torreznos. Un plato de torreznos, junto a un vermú mientras entra el sol a través de esta ventana es lo más parecido a la felicidad.
La Embajadora de Embajadores (C/ Embajadores, 66)
El que fuera uno de los bares más míticos de Embajadores, el OSS, vuelve a dar guerra sin perder nada de su solera. Mantienen la tapa gratis con la consumición (que cuando yo fui eran migas) y conserva casi toda la decoración original. No esperes recetas elaboradas. Lo más complejo que hacen son los ya clásicos Huevos Benedictine. Son expertos en sándwich mixto, pincho de tortilla y pepito de ternera. De lunes a viernes tiene uno de los menús del día más viejunos, el “plato combinado”, por solo 8€.
Tasca Barea (C/ Embajadores, 38)
Otro local que recupera la tradición de tascas de la zona de Embajadores. ¿Sus señas de identidad? La barra de acero para tomar cañas, sillas metálicas de esas chiquititas y grandes ventanales que dan a la calle. Las tapas de calidad son su bandera, con lo que atraen a público de todas las edades. Hechas con productos ecológicos y de proximidad, la estrella es la “Marinera murciana”, que es una ensaladilla rusa servida sobre una rosquilla, junto con sus chicharrones. Resumiendo: es uno de esos bares donde te sientes a gusto nada más cruzar la puerta.
La Esperanza (C/ Olmo, 30)
No todos los nuevos bares de barrio tienen platos sencillos. En este caso, detrás de La Esperanza están dos de los cocineros de Triciclo: Ferrán Blanch y Javier Goya. El ambiente tiene un toque viejuno al estilo de los años 70, que cuadra perfectamente con sus bravas y sus croquetas. Pero no se quedan ahí, ya que recorren casi todos los platos del mediterráneo español Bomba de la Barceloneta, Fideuá valenciana o Coca mallorquina. Además del plan de caña y picoteo, en la plata de abajo hay una coctelería que ya es una referencia en el Barrio de Las Letras.
Palentino (C/ del Pez, 8)
Muchos dicen que desde su reapertura ya no es lo que era. Y es cierto, pero no necesariamente para peor. Esta tasca de toda la vida volvió a abrir de la mano de Narciso Bermejo (Macera), experto en destilados. Ha intentado mantener el alma del Palentino, modernizándolo con un toque oldie. Ya no es el bar para tomar cañas baratas el finde, pero los martes y jueves de 16:00 a 20:00 el pepito de ternera vuelve a costar 2,5€ y la caña 1,1€. Y el pepito sigue igual de bueno que antes, con la receta original 😉
Café Pavón (C/ de Embajadores, 9)
Uno de los pioneros de los nuevos bares de barrio no solo es la cafetería del Teatro Kamikaze. El local es excepcional, con una larguísima barra de zinc y un artesonado en el techo de 1924. Ahora, sus grandes ventanales iluminan una nueva tasca de toda la vida, junto con sus lámparas de globo. Eso sí, no se queda en un nuevo local vintage. Poco a poco se ha convertido en el lugar de reunión de gente de la cultura con la del barrio. La mejor manera de combatir la gentrificación.
La Mina (Gral. Álvarez de Castro, 8)
Por este bar de Chamberí parece que no pasa el tiempo, y eso que ahora ya es el nieto del fundador el que está a los mandos. Lo que empezó como una taberna en los años 40, sigue dando guerra con sus raciones de gambas a la plancha y sus pinchos morunos. Dependiendo de la hora, está lleno de jóvenes o no tan jóvenes, pero siempre hay buen ambiente. Uno de esos bares donde se sabe cuándo se entra pero no cuándo se sale…
Por muchas franquicias que hayan abierto (o que sigan abriendo), siempre quedarán lugares como éstos. Algunos se han vuelto a abrir después de cerrados y otros acaban de empezar, pero todos tienen ese puntito de bar donde quedar con los amigos. Y tú, ¿tienes ya el tuyo?
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